En un curso de formación, he tenido un Déjà vu (creo que se escribe así). Una chica de Almería me ha recordado a un señor que conocí en una de las entrevistas de grupo que me hicieron para entrar en la Expo en 2008.
En esta entrevista, hicimos una rueda con los 10 o 12 que estaríamos ahí presentándonos y diciéndonos la formación y la experiencia laboral que teníamos. Éramos tanto jóvenes de 20 años como adultos de 40. Más o menos, todos hablamos unos 30 segundos o 1 minuto. Sin embargo, este señor comenzó a recitar una lista de títulos tanto de FP como de diversas Universidades del mundo de lo más variopinto: desde soldador o economista hasta educador o médico (pero nunca había ejercido, añadió). Si no recuerdo mal, y creo que no exagero mucho, estuvo hablando ¡10 minutos!
Yo, sinceramente, me aburrí, y no me creí ningún título, aunque tuviera alguno. Los que llevaban la entrevista le intentaron cortar en dos o tres ocasiones, pero el siguió y siguió y se iba acordando de cosas nuevas. Pero lo más curioso es que todos los que estaban ahí estaban alucinando y tragándoselo todo súperimpresionados. Se oía por lo bajo "¡Hala, que pasada!", "Bua, si este está aquí, no nos cogen a ninguno", etc.
A mí me pareció que ese señor iba de sobrao, y yo, desde luego, no querría tenerlo a mi lado, ni por encima ni por debajo. Me pareció que intentó dejarnos mal a todos. Y eso se nota. No solo por los entrevistados, sino también por los entrevistadores. Y, aunque todos ahí pensaran que cogerían a ese tío simplemente por tener más formación que todos los demás juntos, yo creo que precisamente por eso lo descartaron, por ir de flipao. Desde luego, trabajando no lo vi.
Pues bien, hoy me he encontrado a una chica (no sé si llamarla chica porque ha comentado que estaba divorciada y tenía un hijo, así que supongo que es más señora, pero parecía joven), que en mi representación mental del mundo se va a convertir en la continuación de la historia de este señor.
Esta chica se quejaba de que no encontraba empleo, de que iba a entrevistas pero nunca pasaba los cortes. Se quejaba de que hacía muchas autocandidaturas y tampoco había suerte. No obstante, poco a poco, ha saltado a la luz el problema. Solo ella quería hablar, incluso intentaba cortar a la señorita que daba el curso; ha empezado a quejarse de las recomendaciones de que un CV nunca debe exceder las 2 páginas (imposible, ella no rellena menos de 8); se ha encargado de que todos oyéramos cuál es su formación hasta la fecha, de lo más variopinta también: FP de soldadura, ingeniería técnica, administrativo, alemán, magisterio, estudio propio de la Universidad de Zaragoza de aprendizaje a lo largo de la vida, y no sé cuántas cosas más ha dicho. Yo solo podía pensar en aquel señor y qué sería de su vida, si parte de su alma se había encarnado en una almeriense.
En fin, que esta larga entrada, es solo para decir lo de siempre: lo bueno, si breve dos veces bueno, porque hasta lo bueno, si es largo, cansa. Y lo malo, si es largo aún cansa más. Y desde luego, hay que pensar en el que nos recibe, y que si él ya está dentro, no querrá a uno de esos que quieren ascender pisando la cara de los demás, que ahora hay mucho suelto.
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