sábado, 17 de mayo de 2014

Lo quiero todo

El bosque no deja ver el árbol.
La búsqueda de la felicidad no deja ver la felicidad.
La ambición no deja ver los logros.

Cuando se consiguen unas cosas: una casa, con sus mueblecitos y calefacción, se piensa en que ahora la quieres con puertas y con las paredes violetas. ¿Después viene el perro y el gato?
Cuando se tiene un trabajo con el que se gana suficiente, se quiere uno en el que se gane más, siempre más.
Cuando se tiene una licenciatura y un máster (=6 años), se quiere más, ¿qué no se querrá luego? Inglés, danés, laranés, informática, matemática, tararamática...
Cuando se tiene un novio rubio de ojos azules, ¿es necesario que sea Brad Pitt?
Cuando se está a gusto con el cuerpo de uno, ¿aún hace falta perder 1 kilo más? ¿o 2? ¿o 10? ¿cuántos, mama?
Cuando la vida de uno está bien, pero no se siente, ¿qué se debe hacer?

¿Seguir avanzando? ¿Seguir forzándose a más? ¿Seguir aprendiendo? Un día me despierto en alguna luna de Júpiter.

Hace un año y medio me dije que no iba a pedir más, que no iba a querer subir más, pero siempre es más, y aún no he conseguido el siguiente peldaño, que pienso en el siguiente, y en el que vendrá luego, y por qué no uno más, y ya que estamos más arriba, y qué cuesta más...

y así pierdo mi vida, pensando en qué está mal y qué podría ser mejor. Para qué.

Si ya sé que tampoco me va a gustar.
Uno no se puede nunca conformar.

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