Pero, como he dicho, es doloroso. Y el dolor me gusta menos que lo que me desagrada el pelo en el cuerpo. Hasta el día que descubrí las cuchillas, es cierto. Pero entonces encontré otro enemigo: la pereza.
Hace dos o tres años no tenía mucho problema porque siempre llevaba pantalón largo, una cuestión de gustos. Pero un día se me pasó por la cabeza comprarme una falda corta y llevarla sin pantalones debajo y ahí empezó la historia, supongo.
El primer día dejé mis piernas nuevas como las de una niña de 5 años (digo 5 para no pillarme los dedos, que luego hay muchas cosas por el mundo) y no pensé más en el caso. Pero conforme pasaban los días (a la semana o así) me di cuenta que lo que fácil se va, fácil viene. Pero a quién le importa. E iba yo más feliz que una perdiz.
Y nadie dijo nada.
A veces pensaba que la gente era muy respetuosa y solamente hablarían a mis espaldas del tema. Pero ya con más confianza, vi que la gente no veía los míos, solo los suyos. Y aun proclamando mi rebeldía (oh, qué mayor soy, no me afeito las piernas en 2 semanas), a la gente le hacía gracia porque mis pelos son más rubios que los suyos.
PERO, aquí en Dinamarca, donde los hombres tienen el pelo más rubio que yo (de todo hay también) volvía a tener dudas sobre qué hacer. Había oído que aqui las chicas no se depilan, pero yo me he fijado y nunca he visto a nadie con ninguna mata de pelo en ningún sitio. Y me depilé las piernas.
Y la pereza volvió a hacer de las suyas.
Y un día, con mis largos pelos, me dijeron "tú no tienes pelo en las piernas". Conclusión: a las chicas no les molesta mi pelo, los chicos están mirando otras cosas con más atención como para dedicársela a algo tan banal.
Y aquí la foto de mis piernas --> http://eseblis.blogspot.dk/2012/06/como-me-he-puesto-morena.html
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