domingo, 5 de mayo de 2013

Copa menstrual y autoterapia

Yo creo que todo lo tenemos en la cabeza. O casi todo. Desde luego muchos de los dolores y enfermedades que tenemos son más psicológicos que fisiológicos. Incluso cuando pillamos demasiados resfriados puede ser fácilmente achacable al estrés y pensamientos negativos (y a una falta de vitaminas, sí, pero también derivada por el estrés).

Por eso siempre que he sentido cosas raras, he intentado pensar en otra cosa y tratar de tomarme las cosas con más calma. Es cierto que se me da bastante mal no estar todo el día haciendo cosas hasta ese momento en el que mi cuerpo me pide "estop", pero llegado ese momento lo hago y todo vuelve a estar en orden.

Lo que nunca me he atrevido a achacar al estrés o a demás asuntos psicológicos es el dolor de la regla. Por mucho que haya leído experiencias de otras personas que estaban totalmente convencidas de que había una gran relación entre la dismenorrea y la subordinación de la mujer al hombre, la ansiedad, el estrés, el rechazo a ser mujer, etc.

Reconozco que he tenido periodos en mi vida que han sido muy raros y que vendrían a reafirmar esta teoría: recuerdo en el verano de 2010 tras una crisis existencial en la que pasé a ver la vida de otra manera pasé más de 3 meses sin ningún tipo de molestia. Hasta me iba en pantaloncito corto en bici a 40º C a la ribera del río por gusto. Sí, fue una enorme crisis existencial.

Por desgracia, tras esos 3 mejores meses de mi vida de -como dirían algunas- "aceptar mi cuerpo", por una chorrada tan grande como retrasar los días en los que me iba a venir la regla (estupidez, lo reconozco, ya que si no me dolía no era ningún problema en absoluto, pero bueno, mi perdición) con las pastillas anticonceptivas, volví a sufrir de lo mismo. Muy curioso cuanto menos.

Después, al año siguiente, tras otra crisis existencial, bueno ¡qué crisis ni qué coño! Yo metiéndome en camisas de 11 varas, como siempre. Volví a perder ese dolor que me venía acompañando los últimos 14 años de mi vida aprox. De nuevo, volví a meter la pata de la misma manera (no aprendo) y volvía  las mismas.

De todos modos, seguro que había una explicación. Tan científica como cuando, con unos 13 años, y durante una amigdalitis me di cuenta de que esa regla no me dolió nada y me guardé las pastillas que me había recetado el médico para tomármelas en la siguiente regla. Funcionaba. Para mí había descubierto el mayor secreto de la existencia, y me lo iba a guardar para mí.

2 años después descubrí que lo que me había estado tomando por mi cuenta y me había guardado tan religiosamente y en secreto de todo el mundo era simplemente ibuprofeno. Y del bueno. Y me hice adicta.

En fin, tras mis múltiples intentos de intentar librarme de este dolor gracias a la medicina, sigo intentando librarme de él gracias a la auto-psicología. Y a veces funciona. Más que otras. Otras veces me cago en cristo. Pero bueno. Al menos me siento un paso más cerca.

Tengo que hacerme con una copa menstrual de esas cuando vuelva a Zaragoza en junio, que no se me olvide. Y con un poco más de autoterapia, acabar con esta tortura.


Me gusta la verde.



No hay comentarios:

Publicar un comentario